Cada septiembre, Murcia se transforma. Las calles se visten de color, el aire se llena de aromas dulces y el murmullo de la ciudad cambia su tono habitual por el de la alegría. Murcia está en Feria, y con ella llega mucho más que un conjunto de eventos: llega una celebración enraizada en la historia, en la identidad de su gente y en el alma colectiva de una región que sabe vivir, compartir y sonreír.
La Feria de Murcia no es una fiesta cualquiera. Es un reencuentro con la tradición, con la infancia, con los amigos y con nosotros mismos. Es una invitación abierta a todas las edades, a todas las miradas, a todos los corazones. En estos días, la ciudad se vuelve un gran salón donde todos están invitados a bailar, a reír, a recordar, a emocionarse.
La historia que da vida a la Feria
La Feria de Septiembre de Murcia tiene sus raíces en la historia más profunda de la ciudad. Su origen se remonta al año 1266, cuando el rey Alfonso X “El Sabio”, tras conquistar Murcia, concedió a la ciudad el privilegio de celebrar una feria anual. Este tipo de eventos eran fundamentales en la Edad Media: no solo reunían a comerciantes y artesanos de toda la región, sino que servían también como espacios de encuentro social y cultural.
Desde entonces, la Feria fue creciendo y evolucionando. Al principio se celebraba en torno al comercio y los mercados, pero con el paso del tiempo fue incorporando espectáculos, música, atracciones, exposiciones ganaderas y todo tipo de actividades lúdicas. Hoy, en pleno siglo XXI, la Feria sigue siendo ese punto de encuentro entre lo antiguo y lo moderno, entre la raíz y la flor, entre la tradición y la fiesta.
La bajada de la Virgen: un gesto de unión
Uno de los momentos más emotivos de estas celebraciones es la tradicional bajada de la Virgen de la Fuensanta, patrona de la ciudad. Desde su santuario en el monte, la Virgen desciende a la ciudad para estar cerca de su gente, acompañarlos en la fiesta, bendecir los hogares y unir aún más los lazos de la comunidad.
Este acto simbólico y espiritual refleja algo profundo: que, en Murcia, la religión, la cultura y la vida cotidiana se entrelazan en una danza armoniosa. La Virgen no solo representa lo sagrado; representa el consuelo, la esperanza y la protección para los murcianos y murcianas, especialmente en tiempos inciertos.
Feria: un espacio para todos
La palabra “feria” proviene del latín feria, que significa “día de descanso” o “día festivo”. Es un término antiguo, pero su sentido permanece intacto: la Feria es, ante todo, un respiro. Una pausa en medio del ajetreo diario. Un alto en el camino para poder disfrutar de la vida con plenitud.
Durante la Feria de Murcia, las opciones son infinitas: casetas en los bajos del malecón con música y gastronomía, espectáculos de luces, conciertos para todos los gustos, atracciones junto al auditorio, desfiles, fuegos artificiales y actividades para niños, jóvenes, adultos y mayores. Todo el mundo encuentra su lugar, su momento, su motivo para sonreír.
Pero más allá de lo programado, la verdadera Feria se vive en los detalles: en el reencuentro con un amigo de la infancia, en una cerveza compartida en una terraza al atardecer, en las carcajadas espontáneas de los más pequeños al subir a una atracción, en el abrazo que no necesita palabras.
Murcia, ciudad de fiesta y humanidad
Murcia es una ciudad acogedora por naturaleza. Es tierra de huerta, de río y de sol. Pero, sobre todo, es tierra de gente cálida, cercana y alegre. En Feria, esa esencia se potencia. El murciano y la murciana, en estas fechas, amplían su capacidad de sonreír, de compartir, de amar, de vivir.
En septiembre, el murciano se convierte en un anfitrión incansable, en un compañero de mesa y mantel, en un contador de historias, en un cómplice de aventuras. Basta con ver las calles del centro llenas de vida, las plazas convertidas en escenarios, los parques rebosantes de juegos y colores, para entender que esta ciudad no celebra por celebrar: celebra porque cree en la vida, en la comunidad, en la fiesta como lenguaje universal. Desde niño, como buen murciano, así lo viví y lo sentí.
Una cerveza o un vino en una caseta no son solo una bebida: son un símbolo de hospitalidad. Son el brindis por lo vivido y por lo que vendrá. Son el gesto sencillo pero profundo de compartir la mesa y la conversación.
La Feria como reencuentro
La Feria es también una oportunidad para el reencuentro, no solo con los seres queridos, sino con uno mismo. Es común que quienes viven fuera de Murcia regresen en estas fechas para reencontrarse con sus raíces, con sus calles, con sus olores y sabores. Para volver a ser, aunque sea por unos días, ese niño o esa niña que corría por los huertos buscando algodón de azúcar.
La Feria es hogar. Y el hogar, como bien sabemos, no siempre es un lugar: muchas veces es una emoción, una presencia, una memoria.
El valor de lo sencillo
Hay algo humano en esta fiesta. No necesita de grandes artificios ni de lujos. Basta con esa nube de algodón, esa risa compartida, un paseo en familia al atardecer, un beso furtivo bajo los fuegos artificiales, subirse a la “noria” para ver Murcia desde el cielo… “Murcia es Murcia”.
En un mundo que corre y no para, que exige y no da tregua, la Feria de Murcia nos recuerda la belleza de lo sencillo. Nos devuelve a lo esencial: el encuentro, el afecto, la comunidad.
Por eso, en estos días, dejemos que la ciudad nos envuelva. Paseemos sin prisa, saludemos con una sonrisa, abracemos más, digamos “gracias” y “te quiero” sin miedo. Vivamos la Feria como lo que es: un regalo, un descanso, una celebración de estar vivos y juntos.
Un oasis en medio del desierto
A menudo, la vida moderna se parece a un desierto: árida, veloz, agotadora. La Feria, entonces, es un oasis. Un espacio donde refrescarse el alma, donde reencontrar el sentido, donde recordar que estamos hechos para la alegría, la risa, la compañía.
No se trata solo de divertirse —aunque eso ya sería suficiente—. Se trata de reconectar con nuestra humanidad. De mirar a los ojos. De escuchar sin prisa. De compartir sin condiciones. De disfrutar, simplemente, por el placer de estar vivos.
Para todos, con todos
La Feria de Murcia es, en esencia, una fiesta de todos y para todos. No hay exclusión, no hay barreras. La ciudad se abre como un abrazo generoso, dispuesto a acoger a quien quiera formar parte. Niños, jóvenes, adultos, mayores, visitantes, locales, creyentes, escépticos, solitarios, grupos… todos tienen un espacio, todos son necesarios.
La Feria no sería lo que es sin la participación de su gente. Cada mirada, cada gesto, cada baile, cada palabra, suma y multiplica. Porque la Feria no se “ve”, se vive. Y se vive mejor cuando se comparte.
Que siga la fiesta... y el alma despierta
Así que, murcianos y murcianas, visitantes y curiosos, familias y amigos: vivamos esta Feria con alegría, con respeto, con gratitud. Celebremos la vida, celebremos la ciudad, celebremos el milagro de estar juntos.
Comamos bien, riamos más, cantemos con el corazón, abracemos como si el tiempo no importara. Porque al final, lo único que queda no son las luces ni las canciones: lo que queda es el recuerdo compartido, la emoción vivida, el vínculo que se fortaleció en un rincón de feria, bajo una noche de septiembre.
Murcia en Feria: donde la fiesta se hace humanidad
Que esta Feria de septiembre nos encuentre vivos, dispuestos, alegres, y que nos recuerde —una vez más— que la verdadera fiesta no está en los adornos, sino en el corazón de las personas que se unen para celebrar la vida. ¡Feliz Feria de Murcia!
Miguel Cuartero
Orientador Familiar