Javier Conde y José Tomás salieron a hombros en la séptima corrida de la feria de Murcia

Murcia, 19 dic (EFE).- Los diestros Javier Conde y José Tomás, que empataron a dos orejas, salieron a hombros en la séptima corrida de la feria de Murcia, que colgó el cartel de no hay billetes y en la que Eduardo Gallo, al que correspondió el peor lote, cortó un apéndice.

Se lidiaron astados de la ganadería de Joaquín Barral, correctos de presentación, excepto segundo y sexto, terciados, y cuarto, el mejor, premiado con la vuelta al anillo, mientras que el quinto fue devuelto a los corrales ante las protestas del público y sustituido por el sobrero del hierro de José Luis Pereda, bravo, noble y con buen juego.

Javier Conde, silencio tras aviso y dos orejas tras aviso.

José Tomás, silencio y dos orejas.

Eduardo Gallo, silencio tras aviso y una oreja.

Javier Conde no tuvo la menor opción ante el que abrió plaza, muy falto de fuerzas y que, además, se quebrantó al clavar los pitones en la arena a la salida de la primera tanda de muletazos.

El diestro malagueño dio una lección de buen toreo, elegante y templado, en el que hizo cuarto, con el que se lució desde que se abrió de capote con unas tandas de verónicas coreadas por la concurrencia hasta la estocada entera con que lo pasaportó al desolladero.

La faena de Conde transcurrió toda ella a los sones de la banda de música y entre los olés del público, que llegó a pedir el indulto para este astado que tuvo nobleza y que acudía al engaño con boyantía, sin hacer nunca el menor extraño.

José Tomás, que acudía a la feria de septiembre de Murcia tras el éxito del pasado año, cuando cortó cuatro orejas, no pudo lucirse en su primero, un toro carente de transmisión, que, más que embestir, topaba en la muleta.

El sobrero de José Luis Pereda fue colaborador y el espada de Galapagar realizó todo lo mejor de su repertorio con capa y muleta en un toreo relajado en el que dominó la verticalidad y el temple.

José Tomás fue alternando las tandas de muletazos y de naturales, largas y profundas, que hicieron levantarse al público de sus asientos.

Eduardo Gallo se pegó el arrimón ante los dos astados de su lote, aunque sólo encontró colaboración en el que cerró plaza, cuya lidia fue premiada con un apéndice, más por la predisposición del torero y por su valor que por la calidad de la faena. EFE

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